Comi

Chile: un país más soñado que soñador

COMI es una ONG con proyectos de inclusión social y cooperación para el desarrollo presente en el territorio chileno desde 2019, con representación permanente en el país. Además, a través del Servicio Civil Universal (SCU) promovido por el Departamento de Políticas de Juventud del Gobierno italiano, desde 2021 permite la llegada de un equipo de voluntarios al país.

El proyecto SCU desarrollado por COMI y asistido por su socio local MEDEMA (Mujeres Emprendedoras de Malalhue), tiene dos objetivos: propiciar la transición hacia una mayor igualdad social de la minoría mapuche, a través de la puesta en valor y conocimiento del patrimonio cultural indígena, y el apoyo a la juventud del Municipio de Lanco en su proceso de formación, desarrollo de sus talentos, fortalecimiento cultural y artístico que les permita planificar y poner en práctica su proyecto de vida personal y profesional.

Para enfrentar estos desafíos en un territorio tan diferente del que venimos, nos habíamos “preparado” con información genérica y moderada sobre el pueblo mapuche, estudiando su historia y su relación, nunca simple, con el Estado chileno.

Ni decir que todo lo que habíamos aprendido a distancia, en previsión de nuestra llegada a Chile, se ha puesto patas arriba en Malalhue, desde hace tres meses. La complejidad, el universo de tradiciones sociales, culturales y ceremoniales, las mil contradicciones que caracterizan la vida de esta zona del sur, la comuna de Lanco, habitada, según el Instituto Nacional de Estadísticas (Censo 2017) por un 33% perteneciente al pueblo originario, son imposibles de entender sin sumergirse por completo en la dinámica diaria.

El mismo censo nos muestra una verdad poco intuitiva: de la población total de origen mapuche, que ronda el millón setecientos mil individuos, el 80% vive en zonas urbanas, con una pérdida significativa y definitiva de los conocimientos tradicionales como el cultivo de la tierra, su artesanía, medicina, historia, filosofía y cultura indígena. El 35% de los mapuche vive en la Región Metropolitana, mientras que solo el 18% vive en La Araucanía, considerada el corazón y la cuna de este pueblo.

El mapuche vivió así el proceso, iniciado en 1861 y con picos de intensidad durante la década de 1900, un violento y profundo desarraigo no solo de su tierra natal, de su propiedad, a través de la odiosa práctica de los títulos de merced y el encierro en las reducciones; sino también de los hábitos sociales de la propia comunidad, del estilo de vida, de la autorrepresentación. A esto hay que sumar que, debido a la globalización cultural, las modas new age y el mito del “buen indígena”, en las últimas décadas las comunidades mapuche y sus exponentes han sufrido una continua apropiación cultural por parte de novelistas, filmógrafos, empresarios, antropólogos y estudiosos occidentales; quienes han hecho de esta cultura un objeto de estudio y, más a menudo, de mercado.

No es de extrañar entonces, que incluso nosotros, jóvenes europeos que hemos venido con las mejores intenciones, a veces, recibamos la misma desconfiada bienvenida que los mapuche han aprendido a reservar para los huinca o winkas, término que en mapuzugun puede significar «conquistador» pero también «ladrón».

Asimismo, nuestra perspectiva de permanecer un año en este país estaba indisolublemente ligada a la imagen idealizada del momento de ruptura histórica que atravesaba. En nuestra mente, la continuidad entre la feroz dictadura que terminó en 1990 y los gobiernos del “Giro Democrático”, el legado que representó el modelo económico que impuso para las más recientes maniobras del Chile liberal, la enorme desigualdad social, la pobreza, la discriminación y la vulnerabilidad de los grupos sociales indígenas, fueron realidades evidentes no solo para nosotros, sino para todo el pueblo chileno. Los mismos que hace tres años manifestaron «el peor malestar civil desde el final de la dictadura de Pinochet», conquistando las plazas de Santiago y las principales ciudades del país, pagando un alto precio (34 muertos, más de 3.000 heridos, 1.0000 detenciones). Los mismos que con motivo del plebiscito nacional de octubre de 2020 habían señalado con fuerza (78,28%) el rumbo a seguir, clamando por una nueva constitución que anulara la, hoy vigente, promulgada por la junta militar en 1980.

Conocer y mezclarse con los protagonistas de un cambio de época no solo para Chile, sino simbólicamente para toda América Latina y quizás para el mundo entero, el que anuncia la campaña por la aprobación de la nueva propuesta constitucional, una de las más democráticas y progresistas jamás escrita, nos pareció una oportunidad imperdible. Contrariamente, los resultados que llegaron en pocas horas de las urnas del Plebiscito Constitucional del 4 de septiembre, fueron para nosotros un jarro de agua fría, que apagó gran parte de nuestro entusiasmo y nos obligó a ver la realidad.

El resultado parece hablar por sí mismo. La novedad estuvo representada por el voto obligatorio: toda la población fue llamada a las urnas, bajo pena de multa. Esta modalidad ha ampliado el sufragio de una manera sin precedentes: 13 millones de chilenos y chilenas, el 85% del total, acudieron a votar.

De estos, 270.000 dejaron el voto nulo o inválido. Casi 5 millones votaron por el Apruebo, mientras que 8 millones optaron por el Rechazo, es decir, el rechazo y destitución de la nueva propuesta constitucional.

Pero, ¿de dónde surge esta propuesta? ¿Por quién fue escrito, de qué manera? Y, sobre todo, ¿qué llevó a millones de chilenos y chilenas que nunca habían votado a rechazarla tan categóricamente?

Retrocedamos tres años: es la noche del 12 de noviembre de 2019. El Presidente Piñera y los miembros de su gabinete se reúnen con el general de carabineros Mario Rozas, el jefe de la Defensa Nacional Javier Iturriaga y otros importantes militares. Durante semanas, Santiago ha estado en medio de violentos enfrentamientos, con numerosos muertos y cientos de heridos, incluso entre las fuerzas policiales. El tema principal es si extender o no el estado de excepción constitucional a un estado de sitio: el gobierno puede tomar la decisión política de suspender los derechos constitucionales en algunas áreas para aumentar la viabilidad de las fuerzas armadas. La artimaña, aquella de la suspensión de los derechos constitucionales, previsto por la constitución de Pinochet, ya se intentó a fines de octubre del mismo año, junto con el toque de queda general, para tratar de calmar las protestas. No funcionó. Generales y Ministros acuerdan no prorrogar el estado de excepción, considerando las denuncias de violaciones a los derechos humanos que llegan por centenares, desde dentro y fuera de Chile, Piñera se ve obligado a convocar una conferencia de prensa en vivo para relajar los ánimos y evitar lo peor. A las 22.30, frente al pueblo chileno, promete un nuevo acuerdo nacional basado en tres puntos: paz, justicia y una nueva Constitución. Tres días después, el 15 de noviembre, concluyen en el congreso las negociaciones para el nuevo «Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución» y se anuncia el plebiscito nacional.

El plebiscito, la segunda etapa

Luego de muchos meses de acalorada campaña, en octubre de 2020, el 78% de los votantes declaró aprobar el proceso para dotar a Chile de una nueva Carta Magna y eligió qué tipo de órgano debía redactarlo, una Convención Constitucional de elección directa.

En esa oportunidad votaron siete millones y medio de chilenos, la mitad de los que tenían derecho a votar.

Siguió la elección de los integrantes de la Convención: en marzo de 2021, luego del momento crítico de la pandemia del Covid19, se eligieron los 155 integrantes de la asamblea que redactaría la propuesta constitucional en conjunto con las elecciones municipales y regionales. Todos los partidos en el congreso estuvieron representados, incluyendo la derecha y los independientes. Dadas las reglas para estas elecciones, la mitad de los miembros de la Convención eran mujeres. Se reservaron entonces 17 bancas para representantes electos de los pueblos originarios: 7 para mapuche, 2 para aimara, 1 para rapanui, quechua, atacameños, colla, etc. Los trabajos de este organismo fueron inaugurados el 4 de julio de 2021, día en el cual nombraron como Presidenta de la comisión a la académica y política mapuche Elisa Loncón Antileo para el primer semestre, trabajo redaccional que duró hasta el 4 de julio de 2022. Durante este año, los y las constituyentes han elaborado un documento que asombra por su carácter abierto e igualitario, ecológico y feminista. Reportamos el artículo 1 de la Propuesta, que de alguna manera anuncia sus alcances.

Artículo 1

1. Chile es un Estado social y democrático de derecho. Es plurinacional, intercultural, regional y ecológico.

2. Se constituye como una república solidaria. Su democracia es inclusiva y paritaria. Reconoce como valores intrínsecos e irrenunciables la dignidad, la libertad, la igualdad sustantiva de los seres humanos y su relación indisoluble con la naturaleza.

3. La protección y garantía de los derechos humanos individuales y colectivos son el fundamento del Estado y orientan toda su actividad. Es deber del Estado generar las condiciones necesarias y proveer los bienes y servicios para asegurar el igual goce de los derechos y la integración de las personas en la vida política, económica, social y cultural para su pleno desarrollo.

Y con el artículo 5, sin precedentes en comparación con lo que hace la constitución de 1980 aún vigente, reconoce al menos la existencia de los pueblos originarios, pero no solo, sino que también sancionó sus derechos fundamentales, como la libre determinación, también afirmada por la Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de 2007.

El artículo 5 es solo uno de los muchos artículos dedicados a los derechos de los pueblos originarios, que van desde el derecho a la identidad cultural (art. 65), hasta los derechos a la consulta indígena (art. 66), la autonomía y el autogobierno (art. 34).

No profundizaremos más en describir lo disruptivo y revolucionario que aparece a nuestros ojos el documento de este trabajo. Encuentra el texto completo en este enlace: https://www.chileconvencion.cl/wp-content/uploads/2022/07/Texto-Definitivo-CPR-2022-Tapas.pdf

4 de septiembre de 2022. La propuesta de una nueva Constitución que traiga más derechos sociales, espacio para la plurinacionalidad reivindicada por los pueblos originarios, más igualdad entre los géneros, leyes para proteger el medio ambiente y la naturaleza ha sido destrozada para siempre tras el retorno más participativo a las urnas que nunca se había visto en Chile, una dura derrota para los comités, para las asociaciones civiles, y ciertamente para el gobierno de Gabriel Boric, el actual Presidente. Una victoria arrolladora para otros, ciertamente de la derecha, pero también de gran parte del pueblo chileno, que invade las plazas de Santiago, Valparaíso y Concepción para festejar. En medio del desconcierto general que reina en el frente «Apruebo», alguien promete que la lucha no ha terminado, que hay que cambiar la constitución por el valor vinculante del referéndum de 2020. Boric exonera a un par de ministros, aquellos que más se habían implicado en la campaña y ahora los líderes del Congreso y de los partidos tendrán que ponerse de acuerdo sobre quién redactará la propuesta nuevamente. Pero sin exagerar esta vez en el progresismo, sin enfurecer a los sectores más conservadores, quizás católicos, quizás industriales, estadounidenses, europeos e inversores capitalistas.

¿Qué diablos pasó?

El análisis de este resultado sólo puede partir de un punto fijo: la propuesta constitucional fue efectivamente muy progresista. Fue escrito por personas que asumieron la responsabilidad con derecho a soñar y hacerlo en grande. Es posible que algunos de los artículos hayan sido considerados controvertidos por una parte de la sociedad chilena menos propensa a cambios importantes. Pero, ¿de qué grandes cambios estamos hablando?

Los temas principales fueron, más o menos, el incentivo a la participación democrática, la igualdad de género, la descentralización (en uno de los países más centralizados del mundo), la ecología ambiental y, en cierta medida, el reconocimiento económico, político y legal a los pueblos originarios. Además, y quizás aquí resida la clave más clara de interpretación, la Nueva Constitución pretendía poner un serio freno al funcionamiento del sistema Neoliberal chileno. Un sistema que se alimenta desde la década de 1970, con las reformas de los Chicago Boys, y que nunca ha dejado de ser el modus operandi de las élites políticas, de derecha e izquierda, que desregularon y liberalizaron lo que se iba a privatizar, repitiendo el mantra de libre mercado querido por Milton Friedman, y que ha generado enormes desigualdades económicas en todo el país. En resumen, hubo quienes esperaban que el Neoliberalismo, nacido en Chile, muriera en Chile. ¡Este no fue el caso!

Un aspecto fundamental para considerar las causas de este resultado es sin duda la campaña de propaganda masiva que las fuerzas liberales, de centro-derecha, derecha y extrema derecha han desplegado para enterrar el proyecto constitucional. Los datos recabados por la agencia Ciper indican, por ejemplo, que varias organizaciones «fantasmas», no registradas en la campaña oficial, han gastado 120 millones de dólares solo en alertas en redes sociales, frente a los 660.000 dólares gastados por las organizaciones pro Apruebo. Una auténtica máquina de la mentira, teniendo en cuenta que la mayoría de estas advertencias tenían un tono sensacionalista, que pretendía despertar el miedo. Además, como informó anteriormente COMI, no se cuentan los periódicos financieros internacionales, The Economist a la cabeza, que señaló a sus respetables lectores cuánto la propuesta era «excesivamente progresista hasta «a veces excéntrica».

Uno de los puntos enigmáticos de este resultado es por qué la mayoría de la población mapuche votó por el Rechazo. Según datos del Servel (Servicio Electoral de Chile), en el municipio de Alto Bío-Bío, donde el 84,20% de la población es mapuche, el Rechazo ha llegado al 70,75%. En las diez comunas con mayor porcentaje de pertenencia al pueblo originario el rechazo fue entre el 50 y 80%. En la región de La Araucanía, considerada la cuna del pueblo mapuche, el Rechazo siempre estuvo por encima del 68%, superando el promedio nacional.

Es emblemático el caso de Tirúa, con un 70,40% de población mapuche, donde el primer alcalde mapuche en la historia de Chile, Adolfo Millabur Ñancuil, fue electo por cinco mandatos consecutivos, luego elegido también para la Convención: allí también triunfó el Rechazo con 77,25% de los votos. ¿Cómo se puede explicar esto? Se han elaborado muchas hipótesis, pero quizás la más convincente es la de la expresidenta de la Convención, además de activista y académica mapuche, Elisa Loncón. En una entrevista para el medio “Interferencia” afirmó que la violencia estatal -incluyendo «el repudio a nuestra lengua, cultura, identidad, la vestimenta de la mujer mapuche ha dañado el reconocimiento de sí misma».

Otro factor que ha provocado esta falta de conciencia, según Loncón, es “el cerco de los medios de comunicación contra las comunidades con lenguaje violento”. Entonces, prosigue, “también está el blanqueamiento indígena (que se podría traducir como ‘querer asumir la identidad de un blanco’), están los que no quieren ser mapuche, los que se cambian el apellido, hay desinterés”. Los prejuicios contra los mapuches debidos a la mentalidad colonial habrían sido, por tanto, interiorizados por una parte considerable de la misma población originaria.

Volviendo a nuestro proyecto y al territorio en el que operamos, el Rechazo triunfó en Lanco (31% población mapuche) con un 69%. Aquí se evidencia el desconocimiento de la cultura mapuche sobre todo entre los jóvenes. Según una encuesta realizada por la COMI en 2018-19, el 90% de los habitantes de Lanco entre 13 y 19 años declara tener un conocimiento escaso o superficial de la cultura mapuche. Estamos comenzando a reforzar estos aspectos gracias a expertos en diversas actividades, por ejemplo, capacitaciones sobre la promoción, defensa y ejercicio de los derechos indígenas, diversos talleres de intercambio cultural y artístico, y nuestro programa de radio “Mari mari kom pu che”.

Seguramente hoy hay aún más necesidad de nuestro trabajo aquí. Los objetivos de nuestro proyecto parecen utopías para algunos y algunas de Malalhue, con quienes interactuamos todos los días, y ciertamente después de la victoria del Rechazo lo parecen aún más. Pero somos parte de un proceso que comenzó el año pasado y que tardará en dar sus frutos: probablemente veremos una parte muy pequeña de él. El lema de COMI es “constructores de esperanza”. Por eso, no podemos ser los primeros en perder la esperanza en un mundo más justo, a pesar de las derrotas que siembran el camino para alcanzarlo.

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